SOMOS VALIENTES

Abrazos y agua de vida

Dicen que venimos del agua, que empezamos viviendo en ella hasta que decidimos evolucionar y salir a la tierra. En el fondo es lo mismo cuando somos concebidos: nuestros primeros meses de vida los vivimos sumergidos, no exactamente en agua, pero sí en un líquido transparente; eso nos permite desarrollarnos, protegiéndonos y nutriéndonos, hasta que nos llega el momento de ver la luz que nos iluminará durante el resto de nuestra existencia, salir a ella, dejarnos cegar por su primer brillo. Tal vez por eso nos atraiga tanto el agua y su rumor cercano: nos transporta a cuando estábamos a salvo, en el vientre de nuestra madre, sin más preocupación que existir.

También nos sentimos a salvo en los abrazos. En esos abrazos de verdad, apretados… Esos que hacen que dos corazones estén muy pegados y casi latan al unísono. Hoy reconozco que no tenía un buen día y ha venido mi primo Vicente con una planta preciosa; ambos nos hemos echado a llorar, yo por mi mal día y mi primo porque es una persona de luz, y las personas de luz sienten de verdad a través de los demás. En ese momento ha entrado la enfermera para cambiar las sábanas, ha visto la escena, ha echado la ropa de cama limpia que traía a un lado y, tras preguntar qué estaba pasando, se me ha acercado y me ha dado un abrazo fuerte, hondo, sincero, profundo… Mis amigas Laura y María han llegado en ese momento y Vicente les decía «hoy es el día del abrazo»…, así que me he encontrado, de repente, protegida, abrazada… Sabes cuando un abrazo es de verdad porque sientes que el tiempo se detiene, que no puede pasarte nada malo ahí dentro, que todo el mundo está concentrado en ese mínimo espacio…, y aprendes a reconocerlos.

Luego me han dado permiso en el resort para salir un rato, a pasear, a respirar aire fresco, a dejarme bañar por la luz natural del sol… Tengo que agradecer, una vez más, a mi primo Vicente, a Rosana y a María, el que quisieran acompañarme. Y, por supuesto a mi prima Marisa, que ha intentado aprovisionarme de algo de ropa para salir, porque no quedaba muy bien salir a pasear con el pijama del hospital. ¿Dónde hemos ido? Por supuesto, a la naturaleza. Hemos paseado hasta un riachuelo donde hemos parado un rato. ¡Gracias, Vicente, por pedir silencio para que pudiese oír su arrullo! Porque venimos del agua y el agua nos cuenta nuestra historia, nos susurra, nos llena de paz, de esperanza, aplaca nuestros pesares… En todas las culturas el agua es símbolo de vida, de pureza, de fertilidad, de fecundidad, de sabiduría… Todos hemos oído alguna vez ese dicho de «algo tendrá el agua cuando la bendicen». Junto a un arroyo que corre nos sentimos en paz, vivos, rebosantes de energía, puros…

Todos hemos visto ese anuncio de Bruce Lee: «be water, my friend». «Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar…» Eso somos: pequeños riachuelos saltando entre piedras, esquivando obstáculos, a veces con más o menos caudal, pero siempre tendiendo a lo infinito, a la inmensidad, a lo eterno…, al Mar.

¡¡Qué hermoso es el cielo reflejado en el mar!! Seamos riachuelos que lo buscan, venciendo todos los obstáculos por más grandes que parezcan. Recordad que el agua siempre encuentra el camino. Seamos agua. Busquemos lo eterno, siempre. Y abrazad, abrazaos, abracémonos, mucho.

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