SOMOS VALIENTES

Cruce de caminos

A veces la vida te lleva a un cruce de caminos; un punto donde el sendero se bifurca en distintas direcciones, y te hace elegir. No sabes dónde acaba cada senda, así que te encomiendas a tu instinto, tu intuición, tu fe, tu experiencia…, cada quien elige cómo dejarse guiar, y seleccionas hacia dónde continuar avanzando. Son elecciones que se toman a solas, tal vez oyendo o desoyendo los consejos que puedan darte, pero, al final, somos nosotros quienes tenemos la última palabra; quienes decidimos, en soledad, con libertad, con responsabilidad.

Está claro que tendemos a la felicidad, por eso cruzamos los dedos para que cada elección nos lleve un paso más cerca de ella y no nos aleje un ápice. Pero si acertamos o no, es algo que siempre nos responderá el corazón, no la cabeza. Por eso, si sentimos que tenemos que cambiar drásticamente nuestro camino porque el que transitamos no nos lleva a la felicidad (y no digo que nos haga felices, sino que nos guíe hacia ahí), tenemos que hacerlo. No es fácil pero sí es parte del proceso. Y tener que elegir puede rompernos, cambiar cosas, lugares, personas…, pero hemos de irnos quitando ese lastre para que vaya surgiendo, poco a poco, nuestra propia luz.

De repente la vida me ha detenido aquí, en esta intersección, y me ha impelido; me ha obligado a elegir una dirección. Yo me había marcado una ruta, pero la vida ha decidido que tenía que elegir otra. Mi idea no era operarme aquí; era hacerlo en Zaragoza, con el doctor Sousa, que fue el primero que me vio y el que me aconsejó la quimio. Pero el viernes me dijo que me operase aquí; que no había mucho tiempo porque llevo un mes sin quimio por culpa de la infección, y que cualquier retraso podría complicar las cosas. No es una operación complicada: una intervención con arpón, sencilla; pero,  si lo retrasamos, sí que podría complicarse todo. Como veis, nada es como lo había planeado, pero es lo que hay y, una vez más, la vida me lleva por lugares que no tenía previstos. Un cruce de caminos.

Aún así, ayer, la vida me dio la oportunidad de elegir quién me operase, y tengo que decir que el trato, el cariño, la dedicación y la amabilidad que me han dispensado en todo momento en el hospital San Pedro, mi resort, no los cambio por nada. He tomado la decisión, probablemente, más difícil de mi vida, pero el tiempo es el momento y el momento siempre es ahora, así que ha llegado el momento de operarme.  Podría elegir hacerlo ya o esperar a la semana que viene, pero he decidido que me voy a poner en manos de la doctora a la que le ha tocado ayudarme a lidiar con este maldito cáncer.

Todavía recuerdo el día en que me dijeron, por primera vez, que me preparase para lo peor, y lo acepté sin derramar una lágrima… justo lo contrario que estos últimos días, conforme iban dándome las noticias y la necesidad de operar cuanto antes. Pero en la vida hay que aceptar las cosas como vienen. Mi amigo Juanma dice que los problemas hay que afrontarlos cuando vienen; ni antes porque ni siquiera sabemos si llegarán, ni después porque sería tarde. Dicen que Dios nunca te manda batallas que no puedas vencer, así que he decidido ponerme en las manos de San Juan Pablo II y la Madre Teresa (Santa Teresa de Calcuta), que sabían algo de esto, y, sobre todo, en las manos profesionales de la doctora, a la que no conozco. Sé que ella me tratará con toda la profesionalidad, minuciosidad, cariño y cuidado. Ella será la primera (bueno, la segunda; la primera, por supuesto, seré yo) que quiera que todo salga lo mejor posible. Aquí hay un equipo de profesionales buenísimos que son los que me han tratado todo este tiempo y en los que voy a poner toda mi confianza; porque ellos han estado en el día a día, mano a mano, intentando que se vaya esta maldita celulitis preseptal complicada que me ha afectado al ojo y lo ha dificultado todo…

A veces es importante escuchar al cuerpo. En mi caso he estado mucho tiempo sin hacerlo, lo confieso. El me avisó con un trombo, y, sin embargo, ese día me fui a hacer una sesión de fotos, a caminar, a trabajar sin parar, aún con dolores terribles… Luego he ido cogiendo todas las infecciones posibles: herpes, orzuelos y, por último, ésta, que también me avisó. Recuerdo que era un viernes y se me hinchó el cuello, pero aún así me fui a trabajar hasta bien tarde; y ese mismo domingo hice nueve kilómetros campo  a través. No descansaba suficiente, así que, supongo, como el cuerpo es sabio, dijo «¿tú no paras? OK. Yo haré que pares»… y ya conocéis la historia, hasta el día de hoy.

Por suerte sí he sido muy metódica con la alimentación, llevándola hasta el límite para que fuese totalmente saludable para ayudar al cuerpo en todo lo posible. Los médicos y mis analíticas, que siempre daban datos buenísimos, me corroboraban que estaba actuando correctamente. Pero, como me dijo mi querida enfermera Patri el día que me ingresaron, «tú has ayudado a tu cuerpo en todo, pero esto ya es cuestión de médula»; mi sistema inmunológico está agotado y tengo las defensas bajas. Yo me había preparado a conciencia para soportar las últimas sesiones de quimio que me faltaban, pero ya no podrá ser. ¿Veis? El cruce de caminos del que hablábamos al principio.

…y aquí estamos, dispuestas a elegir por dónde seguir caminando, esperando acertar y que nos ayuden a hacerlo. Si creéis, rezad para que todo vaya bien; si no, mandadme toda vuestra energía positiva. Yo, por mi parte, pongo mi confianza, toda, en la doctora que va a pelear por mí contra estas malditas células que quieren apoderarse de mi cuerpo.

Recordad, siempre, que detrás de la tormenta llega la calma.

Os deseo un feliz comienzo de semana.

 

 

0
TU CARRITO
  • El carrito está vacío