El gran Antonio Vega canta «Donde nos llevó la imaginación; donde, con los ojos cerrados, se divisan infinitos campos. Donde se creó la primera luz, germinó la semilla del cielo azul…» en la preciosa «El sitio de mi recreo», y estoy segura de que todas tenemos un sitio propio, nuestro, donde nos sentimos como los niños a la hora de salir al patio: felices, con ganas de que no se acabe nunca, entusiasmados…
El sitio de mi recreo, lo he dicho muchas veces, es la naturaleza. Estos últimos días, entre unas cosas y otras, no conseguía encontrarme bien, ni física ni anímicamente. A veces la vida tiene estas cosas: ¿empiezas a levantar cabeza? «Pues espera, que ya te doy yo una collejita para que no se te olvide que lo tuyo es estar lista para la pelea, aunque de vez en cuando te dé una tregua. Pero no te relajes.»
¿Y qué hacemos con esto? Pues tirar de comodines. Yo, por suerte, tengo muchos a mi alrededor, y uno de ellos es mi primo. Tras volver de uno de sus viajes, me llamó para llevarme, junto a mi prima y una amiga, por una ruta por la que jamás había estado: una dehesa entre robles y encinas, con caballos galopando libres, toros, vacas… Un paraje maravilloso; «silencio, brisa y cordura dan aliento a mi locura. Hay nieve, hay fuego, hay deseo allí donde me recreo…»
La naturaleza me llena de energía, me hace recobrar las fuerzas, me llena de vitalidad…, de su vitalidad. Es el sitio de mi recreo…, pero no tiene por qué ser el de todo el mundo. Lo que es importante es que busquéis el vuestro, sea el que sea: un sofá, un bar, un espacio en casa, un recuerdo, un amigo, un silencio, un libro, un programa de la tele, una serie… no importa. Un sitio en el que os sintáis tranquilas, relajadas, en paz. Un sitio que os ayude a recargar pilas o, al menos, a recuperar un poco las fuerzas. No hay que pedirle milagros, sólo un poco sosiego. El sitio de vuestro recreo.
