SOMOS VALIENTES

En este punto

¿Dónde estoy? Diarreas provocadas por la quimio en pastillas, la piel con llagas y muy estropeada, hinchada, días con poca fuerza o con ganas de pasarlos en cama sin ver a nadie ni hacer nada…

Sí. No todo es bonito. En todas las batallas hay momentos en los que avanzas y otros en los que tienes que retirarte, esconderte, cederle un poco de espacio al enemigo y esperar a que pase la escaramuza con paciencia. Pero la escaramuza pasa.

A veces, te miras en el espejo y te preguntas: «¿dónde estoy? Esta que me mira desde el otro lado no soy yo. No la reconozco». Y te encuentras con personas a las que no ves desde hace mucho y tampoco te reconocen porque no eres la misma, ni física, ni emocional, ni internamente. Has perdido muchas cosas por el camino, has ganado algunas otras, has abandonado más…y, a veces, ni tú te reconoces.

Han cambiado tus prioridades, tus preocupaciones, tus sentimientos, tus emociones… Ahora tu principal lucha es seguir viva y que no te duela demasiado. Y en eso estamos. Pero, después de todo lo luchado, cabe una cuestión: «estamos en este punto. Hemos llegado hasta aquí con mucho sufrimiento, muchas luchas, muchas lágrimas, muchas pérdidas… ¿Cómo vamos a volver hacia atrás? ¿Cómo sabemos que la meta no está justo delante de nuestras narices? ¿Y si nos detenemos justo un paso antes de cruzar el umbral de la victoria? Ya estamos aquí; ¿de verdad vamos a detenernos por más que cada paso nos cueste jirones de dolor?»

Por supuesto, hay que descansar. Los atletas más grandes del planeta tienen periodos de relajación, de recuperación, de fijar nuevos objetivos, nuevas luchas…; pero luego van a por ello, hasta conseguirlo. Y cuando llegan ahí, se fijan otra intención nueva. De eso se trata: descansar, fijar aspiraciones y luchar por ellas. Sin desfallecer. Una y otra vez.

No permitiendo que un bache nos haga detener la marcha; nos bajamos del coche, miramos si hay algo roto, lo arreglamos, y volvemos a subirnos para reanudar el camino, aunque sea más despacio, o con más cuidado, pero siempre adelante.

En este punto, os lo confieso, me miro al espejo y no me reconozco. ¿Pero sabéis qué? Desde este punto, si mirara a mi yo de antes de todo esto, tampoco me reconocería. Porque aquella yo de antes no era la yo de ahora; porque la yo de ahora ha aprendido muchas cosas en las batallas, ha descartado muchas otras, ha abierto los ojos a nuevos colores, nuevas luces, nuevos paisajes… Y sin embargo, en el fondo de esa mirada de mi yo distinto, sigue estando el alma de mi yo anterior, porque sigo siendo la misma, pero más pulida, más brillante, más definida.

Un trozo de carbón tiene que recibir mucha presión y mucha temperatura para convertirse en un diamante. Aceptad, aceptemos, esa presión: dejemos que salga a relucir el diamante que todos llevamos dentro. Mirémonos a los ojos en el espejo: seguimos ahí, sólo que en mitad de la transformación en piedra preciosa. Y duele, pero, al final, estoy segura, reluciremos con una luz distinta y mil veces más brillante. En este punto, ahora, sólo tenemos que seguir avanzando. ¡¡Ánimo!!

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