¿Qué tal el Black Friday? ¿Bien, mal, regular? ¿Sois de los de «otra americanada más que nos tragamos» o de los de «oye, pues con eso voy adelantando los Reyes y me sale un poco más barato»?
¿A qué viene esto? Pues que a veces estamos tan enfrascados en nuestros problemas, nuestros agujeros, nuestros túneles, que se nos olvida lo más importante: seguimos estando aquí. Por supuesto, no estamos como quisiéramos estar o como estábamos el año pasado o el anterior…, pero estamos.
Tal vez no recordamos que el ser humano está hecho para desarrollarse en sociedad. No somos nadie cuando estamos aislados, y siendo nadie nos vamos haciendo pequeños, vamos desapareciendo poco a poco, envueltos en nuestro propio ombligo que, seamos sinceros, puede ser el ombligo más perfecto del planeta, pero girar siempre alrededor de él marea y aburre muchísimo.
Todos somos necesarios para todos; estemos sanos, enfermos o sin desayunar. Sólo tenemos que tener la suficiente humildad como para saber encontrar la enseñanza en todas y cada una de las facetas de la vida que nos toque vivir. Un enfermo puede aprender mucho de su enfermedad, pero también los sanos pueden sacar enseñanzas de alguien que esté postrado en cama; sólo hay que estar atentos y con los sentidos despiertos.
Por eso lo importante es estar. Estar con los cinco sentidos. Se acercan unas fechas en las que echaremos de menos a gente que no está; pero estuvieron, y eso es un privilegio que no podemos olvidar jamás: el haber tenido la suerte de haber compartido tiempo con ellos. Y eso hay que celebrarlo, siempre.
Estar, estar, estar. Como sea, pero a tope. Que no tengamos jamás la sensación de haber pasado de puntillas por ninguno de los instantes de nuestra vida, por más duro que sea el momento. También en esos tenemos que estar, para poder saborear después, mejor, los buenos cuando lleguen.
