SOMOS VALIENTES

Fluir

Esta mañana tenía una cita a las 9’30, pero mi chófer se ha adelantado una hora. Como a las citas es bueno llegar cuanto antes y de algunas es mejor librarse lo más pronto posible, me he subido, casi sin preparar, en el Rolls Royce de hoy. Camino a las barracas de nuevo. Esta vez he pasado por La Casa del Miedo, casi una hora, boca abajo. Pero hoy no he visto las estrellas.

Cuando el chófer me ha devuelto a mi resort, el desayuno ya me estaba esperando. Luego, ducha.

…y la ducha me ha deparado otra de esas sorpresas que te da esta enfermedad: mi uña del dedo gordo del pie izquierdo, de repente, se ha desprendido (e igual suerte correrá en breve la del otro pie, me temo). Parece que de nada ha servido protegerlas, hidratarlas, cuidarlas, usar buen calzado,… Como un Gato Sin Botas. Y, por un momento, me he sentido sin fuerzas, sin ganas de defenderme más o de luchar y sacar mis garras como gata panza arriba. De repente me han vuelto a la cabeza mis paseos junto al río, cuando metía los pies en él y me susurraba que me dejase fluir.

Estos últimos meses, cuando salía a caminar por el monte, buscaba el sonido del río, sus arrullos cristalinos, sus caricias heladas en mis pies. Nunca me había sumergido tanto en el silencio como cuando mis pies se hundían en el agua y me dejaba llevar con ella, lejos, hasta el mar. El río, que es vida, me ha enseñado que es bueno tender hacia abajo, hundirse en lo profundo. Y ya no escuchaba el sonido de la corriente alrededor de mis pies, sino el canto de la vida, de la existencia deslizándose, con toda su potencia a mi alrededor.

En el río pasan sumergidos todos los espejos del tiempo. «Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar / que es el morir…»

La uña desprendida de mi pie mientras el agua de la ducha resbalaba sobre mí, quizás buscase también el mar, pero no conmigo. Porque siento que aún tengo mucho trecho de río por recorrer. Por eso esa uña ha seguido su propio camino, sola. Cuando la he cogido en mis manos he sentido un poco de pena; tal vez no vaya donde creía ir. Os estaréis preguntando qué he hecho con ella… Bien, como no soy una gata, que suelen esconderlas, ha acabado donde tenía que acabar: en la basura.

Nunca te bañas dos veces en el mismo río, pero el cauce siempre permanece. Así somos nosotros: siempre cambiando pero manteniendo nuestra esencia. La esperanza es lo último que se pierde; el pelo y las uñas vuelven a crecer. Siempre hay una luz al final del camino.

…hoy no he visto las estrellas, mañana tal vez sí; me toca mamografía. Espero oír alguna buena noticia, pero sea como sea, seguiré los consejos del río: fluiré a través de las rocas, por más obstáculos que haya en el camino, siguiendo mi cauce, hasta lo infinito del mar.

Feliz domingo.

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