SOMOS VALIENTES

Isa, ¿cómo estás?

Mal. Estoy mal…

Seamos francos: un cáncer no es un resfriado, que estás una semana de baja y te curas. Un cáncer es una enfermedad larga, de mil y una fases distintas dependiendo de cómo vayan resultando los tratamientos. En mi caso, además, se me ha juntado con la maldita infección del ojo, que no me da tregua… Si eso lo unimos a que, a veces, los médicos no te dan toda la información o no la entendemos lo suficiente, sin saber exactamente lo que tienes y cuáles son los pasos que hay que seguir, tenemos un cuadro desolador de incertidumbre, desesperanza y, a veces, odio infinito al mundo, al sistema, a la humanidad y a todas las vidas inteligentes que pueda haber en el vasto infinito del universo.

Es cierto que tratas de poner buena cara cuando te saludan por la calle o te preguntan cómo estás (por cierto, se agradecen muchísimo las muestras de cariño y que se preocupen por ti; eso por descontado); intentas aparentar normalidad, intentas que tu vida sea lo más común posible…, pero cuando estás en casa, sola, en la cama, contigo misma, de repente vuelves a la realidad y te das cuenta de lo que tienes: que hay gente que lo pasa muy mal con esta enfermedad, gente que incluso no sale de ella… y sabes que el  mejor día es el día que tienes por delante. Pero, oye, como el de todo el mundo. Que no tengas un cáncer no significa que cualquier día sea no pueda ser el último de cualquiera. Lo único que hay que hacer para morirse es estar vivo, no hay más.

Pero no quiero que este blog tenga un tono gris, o frío, o negativo. Reconozco que he estado algunos días sin escribir porque el lunes me comunicaron que tendría que darme quince sesiones de radioterapia, que tendrían que marcarme, más aún, el cuerpo para esas sesiones…, y el ojo no veo que avance.

No me sentía con ánimos como para escribir, y mucho menos para animar a nadie. Incluso me molestaba que me preguntasen cómo estaba, porque no estaba bien, y en mi cabeza resonaba, como un reproche, una respuesta cada vez que veía o leía la pregunta «Isa, ¿cómo estás?» «¿No ves cómo estoy? Hecha un Cristo, con este maldito ojo que no se cura, Seguridad Social y Hacienda (que dicen que somos todos, pero te das cuenta de que unos somos más que otros) sin perdonarle un céntimo de euro a los autónomos  porque no nos queda para vivir después de pagar todo lo que hay que pagar, viendo que el negocio que tanto sudor y lágrimas te ha costado levantar desde cero se va yendo al traste porque no  tienes fuerzas para dedicarle todo el trabajo que requiere tenerlo en pie (para pagarle a Hacienda y poder comer)… ¿Cómo voy a estar? Mal»… Esa era, a grosso modo, la respuesta que se me venía a la cabeza. Pero por suerte, tengo alrededor a gente que me ayuda a calmar esa sensación de impotencia, a bajar la pelota al suelo, que diría un futbolero, y a serenar mi espíritu furibundo.

¿Por qué os cuento todo esto? Pues porque pasaréis por estos momentos. Porque querréis ir por la calle con una pala de obra y darle con ella en la cara al primero que os diga «yo te veo muy bien», porque tú no te verás bien; porque te compararás con tu yo de antes de la enfermedad y ese es el error: la comparación debería ser con tu yo de la semana pasada, o tu yo de ayer o antes de ayer como mucho.

Es como si te preguntan por tu estado actual y te retrotraes a tu infancia, cuando la única preocupación que tenías era llegar pronto a la hora de la merienda y que no se te rasparan demasiado las rodillas cuando te caías haciendo el cafre en el parque…, incluso esas circunstancias eran fantásticas porque, después de pasarlo mal mientras te desinfectaban la herida con agua oxigenada y te ponían la mercromina, volvías al parque con esas marcas de guerra señaladas en rojo y eras la reina o el rey de la pandilla. Si comparamos nuestro yo actual con ese de la infancia, probablemente todos estaríamos no mal, sino listos para empaquetarnos y mandarnos por Amazon a algún lugar lejano de la galaxia.

Mi respuesta actual y larga, a día de hoy, a la pregunta que da título a esta entrada es: bueno, no estoy todo lo bien que querría, pero sí algo mejor a cómo estaba hace un mes. Hoy me han quitado el PICC. El ojo lo sigo teniendo fatal pero aún estoy con el antibiótico para tratarlo y me queda como un mes más con él; aparte, me siento más débil, y siento que la cabeza no me funciona al mismo nivel que antes de la quimio…, aunque sigo pergeñando planes de futuro, a pesar de todo. Me estoy planteando qué hacer con las sesiones de radio ahora que por fin me lo han explicado todo y he conseguido entenderlo. Mi futuro, no lo tengo claro; de momento estoy centrándome en ir avanzando, cumpliendo etapas. Puede haber algunas cosillas más, pero bueno, con esto os hacéis una idea…

¿Queréis un consejo? Rodeaos de gente que os aporte serenidad. No de gente que suelte frases de calendario a lo Paulo Coelho. Gente de verdad, con la que os sintáis bien. A la que podáis decirle que estáis hasta el mismísimo… en un momento dado, porque sabéis que os van a escuchar y que están a vuestro lado. Gente que os aporte, no que os reste.

Estos días de altibajos os aseguro que el apoyo de mi primo Vicente, de mi amiga Rosana y de mi amigo Juanma, que se ha presentado por sorpresa desde Sevilla para verme, han sido fundamentales. No dejéis que vuestro ánimo decaiga. El camino es duro, pero llega a una meta. Quemad las etapas lo mejor que podáis y sepáis. La importante es la última estación. Vayamos hacia ella.

P.D.: Podéis seguir preguntándome cómo estoy. No llevo palas de obra por la calle. Siempre se agradecen los ánimos y las buenas palabras. Esta entrada es sólo para que, quienes estéis pasando por esta enfermedad, sepáis que llegaréis a esta fase; y los que acompañéis a alguna enferma estéis, también, sobre aviso. Es sólo una estación más en el recorrido de este tren, pero no es la última; es sólo una de paso.  El tren sale pronto de ella, sólo hay que tener un poco de paciencia.

P.P.D.: Os debo varias entradas que tengo en la nevera, más luminosas, menos serias… Todo se andará.

0
TU CARRITO
  • El carrito está vacío