SOMOS VALIENTES

La Bella Easo

Antes de empezar con las sesiones de radio, y como me dicen que esas sesiones me van a dar cansancio, estoy tratando de coger todas las fuerzas posibles para cuando me toque empezar con esa parte del tratamiento. Ya os he dicho muchas veces que tenemos que tratar de vivir lo más profundamente posible los momentos buenos para hacer acopio de optimismo, para cuando lleguen los malos poder recordar esos y que nos mantengan a flote, tratando de volver a ellos lo antes posible. Por mi parte no va a quedar.

Y como tengo a gente maravillosa alrededor que se preocupa de darme esos buenos momentos, ahí ando. Ya sabéis que estoy en San Sebastián unos días. Cada rincón de esta ciudad es único, cada metro de la playa de La Concha es un billete a esa sensación de paz que te embarga cuando estás oyendo romper las olas sobre la arena durante el atardecer, el arrullo del mar en tus oídos y tu ánimo, el ajetreo de la gente yendo y viniendo, los cafés con encanto frente al océano que inunda con su espíritu todas las calles de La Bella Easo

Desde aquí siento que es más fácil empezar la siguiente etapa de este viaje. Me doy cuenta de que las señales que tuvieron que hacerme para las sesiones de radio apenas se me notan; yo que tanto me preocupaba porque se vieran demasiado. Está claro que, a menudo, hacemos los problemas más grandes en nuestra cabeza de lo que realmente, luego, son. La imaginación es una muy buena compañera, pero a veces no es bueno dejarle las riendas. No en vano Santa Teresa de Jesús la llamaba «la loca de la casa». No podemos dejarle que nos dicte lo que va a pasar, y mucho menos durante esta enfermedad, porque todas hemos visto muchas películas y series, o hemos leído muchos libros y a la imaginación le gusta eso: novelar sobre nuestra vida. No imaginéis cosas nunca. Dejad que ocurran, aceptadlas, pero no imaginéis cómo serán o cómo podrían ser. Confiad en quienes os tratan; ellos han estudiado mucho para saber lo que hacen y cómo hacerlo de la mejor manera posible.

Lo más importante, si me aceptáis el consejo, es que aprovechéis las oportunidades que tengáis para disfrutar, aunque sean unos minutos, con vuestra familia, con vuestros amigos, con quien sea que os apoye en lo que duren los tratamientos. Buscad vuestra propia «San Sebastián«: esos momentos o esos lugares en los que estéis bien, cómodas, felices, tranquilas y, como os he dicho muchas veces, atesorad esos instantes en vuestro corazón y vuestra memoria para cuando lleguen los días malos. Eso os ayudará a atravesar mejor las tormentas cuando se presenten, y será el lugar al que querer volver cuanto antes.

¡¡Qué hermosa es San Sebastián con gente que te quiere!!

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