SOMOS VALIENTES

La noche oscura del alma

Muchos me preguntáis que cómo estoy casi a diario. Hoy os contestaría que igual que hace seis meses. Sigo teniendo la misma enfermedad, el mismo desasosiego, los mismos dolores, la misma intranquilidad… Sigo luchando, pero a veces parece que nada tiene sentido y que este túnel no se acaba nunca. No os contesto porque el sólo hecho de volver a escribir o contar cómo estoy ya me produce dolor, desazón, ansia…

Sí, «la noche oscura del alma» de la que hablaba San Juan de la Cruz es oscura, es noche, y te rompe el alma. He estado once días en el hospital, con una infección muy grande, recibiendo flores, tarjetas, marcos, libros… Empecé a llamarlo «mi resort» porque estaba como de vacaciones: cuidada, atendida, descansando… No tendré jamás suficientes palabras de agradecimiento para las enfermeras que me han tratado con tanto cariño y tanta profesionalidad. Ellas, ya lo dije hace algunas entradas, son los verdaderos ángeles de la guarda de los que estamos allí dentro.

…pero hoy me han dado el alta. Sé que debería estar contenta, y por un lado es así pero, cuando pones los pies fuera del hospital, de repente, la realidad te golpea y vuelve a caer sobre ti toda la crudeza de la enfermedad. Y vuelves a casa, a tener que preocuparte de qué comer, qué hacer, cómo curarte por ti misma la infección, estar pendiente de las horas de los muchos medicamentos, de dormir sin nadie cerca que te vigile de alguna manera… Y piensas que ya está bien, que estás cansada de todo, que el mundo tampoco merece la pena tanto, que ya has hecho todo lo que tenías que hacer… Sí, lo piensas: la noche oscura del alma.

Por suerte el alma sabe, en el fondo, que tras la noche siempre viene el día. Que detrás de la tormenta siempre brilla el sol…

La foto que encabeza esta entrada es de un día en concreto. Un día en el que estuvo apunto de darme un infarto. Un día en el que sentía unos dolores tremendos incluso al posar los pies sobre el suelo. Tal vez por eso la he elegido; porque es una foto sin color, con la mirada oculta, como estando sin estar…, porque a veces preferiríamos estar así, sin que nada alrededor pudiese perturbarnos ni rozarnos. Hay muchas circunstancias que se nos hacen insufribles en esta situación, y tal vez pueda parecer que exageramos, pero nuestro cuerpo lucha desesperadamente contra un intruso que quiere hacerse con el control y, reconozcámoslo, puede ser que no vaya a ganar la batalla, pero alguna que otra escaramuza sí que vence… Y esos momentos son los que también tenemos que saber pasar, con paciencia: la noche oscura del alma.

No me lo tengáis en cuenta; no se lo tengáis en cuenta a los enfermos que podáis conocer. Las batallas internas que están librando, las que estamos librando, son batallas duras, cruentas, descarnadas… y son batallas que libramos a solas y que pueden hacernos perder un poco el contacto con el derredor.

Ya he agradecido a todas las enfermeras del hospital San Pedro su trato, su cariño, su profesionalidad, su dedicación, sus cuidados, sus sonrisas, sus abrazos, su paciencia, sus caricias… pero, por cerrar esta entrada con un poco de luz del amanecer, no puedo dejar de nombrar a mis otras guardianas: Rosana, Ruth mi cuñada, mi prima Marisa, Asun.. . Porque ellas han sido y son las que me ayudan a seguir en pie, las que me agarran cuando voy a caer y las que me acompañan mientras avanzo despacito, con una paciencia y un cariño infinitos.

Hay tantas cosas que, de esta noche oscura, está sacando en claro mi alma…

Pasad buena noche.

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