SOMOS VALIENTES

Locus amoenus

Dice Sabina en una de sus canciones que «al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver», pero el bueno de Joaquín es un pesimista irredento. Yo siempre he pensado que al lugar donde fuiste feliz es al lugar al que debieras volver; e incluso al que fuiste infeliz, cuando ya no te haga daño, también, porque puedes cambiar los malos recuerdos con otros nuevos mucho mejores. Pero no quiero ser superficial ahora que, de nuevo, estoy ingresada. Me dieron el alta pero la infección, lejos de mejorar, ha ido a peor…, o al menos eso me parece a mí, porque el día que he pasado en casa he tenido dolores que jamás había tenido.

Nunca entenderé (y esto no va a tener nada de belleza ahora mismo) cómo te mandan a casa sin estar completamente seguros de que estás curada o, simplemente, no vas a tener problemas para ir mejorando por ti misma. No entiendo ese ansia por darte el alta, por liberar una habitación de hospital que llevas pagando, sin usar, toda tu vida laboral. Y no quiero pensar mal porque abrí este blog para tratar de ser positiva y ayudar a que puedan sentirse mejor aquellas mujeres que estén pasando por el mismo túnel larguísimo que yo. Habrá otros momentos para eso… Volvamos a la belleza:

Un hospital es un lugar en el que hay que tratar de pasar cuanto menos tiempo, mejor. Pero estando enfermos, es el idóneo. ¿Qué belleza puede haber en un hospital? La misma que en cualquier otro sitio: las personas. Esas personas que te cuidan y te terminan llamando por tu nombre, que están pendientes de ti, que se preocupan… Si algo estoy aprendiendo en estos meses es a valorar a la gente que merece la pena y a tener paciencia con quienes parecen no terminar de entender según qué momentos. Cada persona es un mundo con sus millones de circunstancias alrededor y, si no hemos sido capaces aún de entender nuestro planeta después de millones de años, ¿cómo vamos a pretender conocer a las personas que nos rodean en unos meses?

Por eso hay que buscar ese locus amoenus, ese lugar apacible, en momentos en los que nos sintamos mejor, en esa gente que nos tranquiliza, o que nos cuida, o que nos ayuda, en los instantes en los que no hay dolor y podemos disfrutar de lo que nos rodea… Atesorar esos momentos en la memoria para poder recordarlos cuando nos parezca estar dando un paso atrás o no seamos capaces de mirar hacia adelante con esperanza. Eso hará menos oscuras las noches que, muy probablemente, tengamos que atravesar a lo largo de esta enfermedad.

Pasad buena noche.

 

0
TU CARRITO
  • El carrito está vacío