Se acerca el solsticio de invierno, cuando estamos más lejos del sol y vivimos la noche más larga del año. A partir de ahí el día irá ganándole tiempo: la luz irá venciendo poco a poco a la oscuridad… y nosotros lo celebramos con la Navidad, conmemorando que un Niño vino a una tierra sombría para traernos Luz.
Por más que los agoreros despotriquen contra la Navidad, no podrán arrancarnos la luminosidad de estos días, ni el brillo en los ojos de los niños. Ya nos lo contaba Pixar en la peli «Monstruos S.A.»: no hay nada que dé más energía que la risa de un niño.
Ahora, que he empezado con la segunda parte de mi tratamiento de quimio, que tengo que tomar al día un montón de pastillas, Papá Noel me ha dado la oportunidad de ayudarle hoy, haciendo de paje en un evento en el que hemos cantado villancicos en una cueva, repartido regalos y donde nos lo hemos pasado fenomenal con un montón de niños y sus padres. Y ese es el espíritu de Navidad: familia, felicidad, regalos, generosidad, pensar más en los demás que en nosotros mismos y, sobre todo, hacer que la luz le gane la batalla a las sombras; iluminarlo todo de bombillas de colores que aparten la oscuridad de la noche.
Mi primo Vicente nos ha contado una historia:
«Un ciego llevaba un farol encendido mientras caminaba y, un día, alguien le preguntó: ¿por qué llevas un farol encendido, si tú no puedes ver y no te hace falta? A lo que el ciego respondió: no lo llevo para mí, sino para los demás, para que ellos vean el camino».
…y de eso se trata la Navidad: de un Niño que viene a traernos la Luz para que veamos el camino. Y de eso se trata la vida: de que ayudemos a iluminar el camino de los demás. Si todos llevásemos faroles para los que tenemos cerca, todo sería mucho más luminoso y brillante. Sería Navidad siempre. ¡¡Y qué felices seríamos todos!!
¡¡Que la luz de la Navidad os ilumine vuestras alegrías y aleje vuestras penas durante todo el año!!
