SOMOS VALIENTES

Magia

Cuando la vida te golpea con algo tan duro como un cáncer te das cuenta de que nada importa salvo la salud, luchar por vivir y de, por supuesto, ser conscientes de que estamos vivos por algún motivo. Te das cuenta de que nos preocupamos en exceso por cosas que importan poco o casi nada. Y una de las cosas importantes es saber rodearte de hombros donde apoyarte, de buenas personas que sabes que van a estar ahí cuando tú caigas.

De las enfermedades, como de todo lo que nos ocurre en la vida, podemos aprender muchas cosas. Yo, por ejemplo, llevo meses trabajando el que no me afecte tanto el exterior, el qué puedan pensar los demás… mi amor propio, en definitiva. Estoy aprendiendo a quererme un poco, con mis virtudes y mis defectos, con mis cicatrices, con mis señales… Ya os he dicho alguna vez que las cicatrices no son más que las marcas de que se ha luchado. Y eso es lo importante: luchar. Y si caes, levantarte. «No se cuelgan medallas a alguien que nunca han herido».

La vida es un regalo que podemos llenar de magia a poco que nos los propongamos. Y ayer estuve en un sitio mágico: rodeada de caballos, que son uno de mis animales favoritos. Eran caballos de montar pero allí, en pleno monte, galopando libres de un lugar a otro, pensé que eran salvajes. Reconozco que me asusté cuando nos acercamos a ellos, pero sólo querían caricias porque están acostumbrados a que los monten; jugar y que les diesen cariño es lo que demandaban.

Fue como transportarme a otra época, otro lugar suspendido en el tiempo. Iba subiendo por el monte de la mano de mi primo que, constantemente, me decía que no levantara la mirada hasta que no me avisase. Al cabo de un rato me dijo «¡¡ya puedes!!»

No puedo describir con palabras lo que sentí al alzar la mirada y encontrarme delante de un castillo árabe del siglo XI con una historia maravillosa. Era como si el tiempo se hubiese detenido; como si todos estos meses atrás se hubiesen evaporado; como si no hubiese nada más en el mundo salvo aquel castillo, su historia, y yo. Fue una sensación increíble.

Amo la naturaleza. En ella me siento viva, libre, protegida. En sus brazos encuentro la paz que busco y donde construyo, con mi imaginación, mi nuevo futuro; aunque es cierto que estos últimos meses trato más de vivir el día a día olvidando lo pasado. Cada instante que paso en ella me doy cuenta de que es como una medicina, como una droga que necesito (nada que ver con la que llevo ahora mismo dentro y de la que a mi cuerpo le cuesta recuperarse. Por supuesto, sé que es necesaria para poder curarme, pero ya me entendéis…)

Cuando vuelvo de la naturaleza a casa me encuentro mucho mejor. Ahora mismo me canso enseguida, pero sé que estos ratos me ayudarán a ponerme en marcha, de nuevo, lo antes posible. ¿Va a costar? Por supuesto que va a costar, porque cuando me estoy recuperando de un tratamiento, tengo otro encima. Pero entretanto, aprovecho para convertir los días que puedo en vivencias maravillosas gracias a la gente que me llama y me regala momentazos como el de ayer.

Acariciando a aquellos caballos me di cuenta de que tenía que quererme un poco más y delante del castillo me dije: «no puedo darte un castillo, pero sí tratarte como una princesa».

De eso se trata: tenéis que darle magia a la vida, aunque sea un poco. Permitíos soñar, por muy hondo que parezca el pozo en el que estáis. Escribid vuestro propio cuento con vuestro final feliz favorito y contáoslo continuamente.

«…y la princesa luchó contra el dragón, lo venció y construyó su propio castillo, rodeada de caballos».

 

0
TU CARRITO
  • El carrito está vacío