SOMOS VALIENTES

Manos

Somos animales sociales, por más que traten de vendernos la individualidad y la virtualidad. Nos empujan a mantener relaciones por internet, a comprar por internet, a gestionar nuestra vida y nuestro ocio por internet…, pero necesitamos el contacto humano. Sin los demás estamos siempre incompletos…

El tiempo se para en un abrazo, el universo se concentra en un beso, las sombras se disipan con una sonrisa… En un mundo en el que cada vez se vive más para uno mismo, se nos olvidan las matemáticas más elementales: si sólo nos preocupamos de nosotros mismos, no habrá más que una persona cuidándonos: nosotros; por el contrario, si nos ocupamos de los que nos rodean y es recíproco… ¡¡cuánta gente habrá mirando por cada persona!!

He dicho muchas veces por aquí que las enfermedades se viven a solas, porque somos nosotras quienes sabemos cómo nos sentimos, y quienes sufrimos cada paso, cada revés, cada dolor, cada pinchazo, cada prueba… Por más que los demás quieran entenderlo, es imposible. Pero, a la vez que sientes la soledad atenazándote en muchos momentos, sientes que tienes alrededor manos que vienen a apartarte las sombras del camino. Manos que, simplemente, sujetando un momento la tuya, hacen que, aunque sea durante unos instantes, todo vuelva a estar bien. Y un instante, muchas veces, vale lo mismo que una eternidad.

Llevaré para siempre conmigo los abrazos de mis queridísimas enfermeras de la primera planta aquella noche oscurísima; el abrazo profundo de esa enfermera, el día en que me dieron permiso en el resort para salir a tomar el aire un rato, unos días antes de la operación, cuando me encontró llorando en mi habitación…, y los abrazos de mis amigas, y la creación del «día mundial del abrazo» aquel mismo día por mi primo Vicente… Y las manos que veis en las fotos. Las manos de quienes han estado, están y estarán siempre. Manos que dan paz, serenidad, alegría, amor, comprensión, fuerza… sin pedir nada.

Me dio pena abandonar mi primera habitación por las enfermeras que dejaba allí, y por ese trozo de paraíso en que la habían convertido quienes me mandaban flores y tarjetas. Esta nueva habitación me deja intuir el monte y, tras la operación, también se ha llenado de flores y regalos. El paraíso, en este mundo, no está en un lugar concreto, está en el lugar donde lo construyen para ti la gente que te quiere.

Somos animales sociales, necesitamos de los demás. Apenas somos nadie sin el contacto humano. Nuestras manos estarán siempre incompletas sin sujetar otras manos…

 

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