SOMOS VALIENTES

Mareos, mareos, mareos… y Sabina

No sé si contaros que llevo un mes muy ajetrado entre las revisiones, los seguros, los médicos, las pruebas… y alguna que otra cosa más que, la verdad, no me ayuda demasiado a mantener el estrés lejos. Eso sí, no van a poder conmigo. No hemos llegado hasta aquí para que, por más piedras que quieran ponernos en el camino, no seamos capaces de esquivarlas para seguir avanzando contra todo. Mareos, mareos y mareos… Pero no vamos a dedicarle demasiadas líneas a quienes quieren restar, porque no se lo merecen; hablemos de quienes suman.

…y suman todas esas personas que se acuerdan de mí, quienes me mandan fotos de sitios de oración donde encienden velas para mandarme fuerzas, las que me visitan, las que me traen cosas sin tener por qué… Si enciendes la tele te da la sensación de que todo está podrido, que nos merecemos ese meteorito del que a veces hablamos un poco en broma pero también un poco en serio; de que nos vamos al abismo de cabeza, de que no tenemos remedio… ¿Te cuento un secreto? Apaga la tele y mira alrededor: hay más gente buena de la que nos quieren hacer creer. Es cierto que los malos hacen mucho ruido, pero porque son pocos y tienen que hacerse notar. Los buenos, te aseguro que ganan.

Este último sábado tuve la visita de Maite, una clienta, y su marido, que tuvieron el detallazo de regalarme una bandeja de membrillo casero, buenísimo y natural. Hoy, mi amiga Alicia, que ha venido a verme después de estar ingresada unos días, me ha traído cacao, buenísimo… y sí, os pongo las fotos para daros un poco de envidia.

¿Y qué tiene que ver Sabina en todo esto, os preguntaréis? Pues, el bueno de Joaquín tiene una canción que dice «que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver» (Peces de ciudad, por cierto, una canción preciosa), y lo siento por el flaco, pero no puedo estar de acuerdo con él. Más bien deberíamos tratar de volver, todas las veces posibles, a los lugares donde hemos sido felices. Por eso, este pasado  domingo, mi prima Marisa me propuso hacer la misma ruta que hicimos dos dias antes de ingresarme; y allá que nos fuimos, junto con Virginia, una amiga de Madrid. Y me encantó. Rodeadas de naturaleza, buena comida, buena compañía, buena charla… ¿Qué más se puede pedir?

Por eso quiero que os quedéis con esto: no os dejéis acogotar. Sois mejores que todos los obstáculos que os quieran poner. Demostradles que podéis con ellos.

Y, por supuesto, no quiero acabar esta entrada sin mandarle toda la fuerza posible a mi amiga Alicia (la mujer del cacao la llamaré a partir de ahora), porque la han ingresado, ha salido, y está luchando, como todas nosotras, para continuar adelante. Estoy segura de que lo hará.

0
TU CARRITO
  • El carrito está vacío