«Nobody knows you when you’re down and out…» dice una canción de Jimmy Cox que Eric Clapton ha versionado y tocado infinidad de veces: «Nadie te conoce cuando estás hundido y apartado…» Sí, es una canción triste que no habla muy bien de según qué tipo de personas.
Pero, ¿por qué vamos a ahondar en ese lado del camino si sabemos que también, en el otro lado, en los malos momentos, hay gente que sí que está? Esa gente que no te dice «mañana voy a ayudarte a…» sino que, simplemente, se presenta y te pregunta «¿qué hago, en qué te ayudo?». Y tengo la inmensa suerte de tener personas así cerca de mí. Os lo he escrito muchas veces: rodeaos de personas que os sumen, que no necesiten que les pidas nada porque ellas te lo van a ofrecer sin que se lo digas. Esas personas son oro.
Mi amiga Asun, por ejemplo, (sí, dije que este blog también sería una especie de agradecimiento a esas personas que me cuidan, que se preocupan, que han estado siempre ahí sin pedirles nada, desinteresadamante; simplemente por cariño, por amor, porque sí). Ella se presentó de repente, el viernes, después de toda su semana de trabajo en Madrid, para echarme una mano en ordenar el almacén de mi tienda… ¡¡Y ni os imagináis el desorden que había ahí dentro!! Y ahí estuvimos, toda la tarde, trabajando, ordenando, riéndonos… Qué suerte tengo. Es algo que tendré que agradecer a esta enfermedad: el demostrarme la gente maravillosa que me ha puesto la vida alrededor.
…y al día siguiente mi amiga Rosana, que también se presentó para ayudarme. No tengo palabras, sinceramente. Y si las tuviera, se quedarían cortas. Cuando has tenido un día duro, has terminado cansada y sin fuerzas, lo has compartido con amigas que han estado arrimando el hombro junto a ti… si, a pesar de todo el cansancio, sonríes recordándolo, puedes estar segura de que esas son las personas que te merece la pena conservar. No hay más. Es todo así de sencillo y tan complicado al mismo tiempo.
Qué verdad es el dicho: «obras son amores…» Cuidaos mucho.
