SOMOS VALIENTES

Posar

Ahora que se va a cercando el carnaval tal vez podamos hablar de máscaras y posados.

¿No os ha pasado nunca que miráis vuestras fotos y en pocas de ellas sois capaces de afirmar «en esta salgo bien«? Cuando queremos hacernos alguna foto para las redes sociales o para mandársela a alguien, nos hacemos quinientas hasta dar con la que nos parece más… adecuada, esa en la que no salimos mal. A menudo desechamos muchas simplemente porque salimos con una mueca extraña, una pose rara o borrosas.

Una foto es un instante de la vida que ni siquiera representa ese instante la mayoría de las veces. Por eso nos vemos raras en muchas de las que nos hacen sin avisarnos: porque sólo capta un momento concreto de un todo; una mueca que nos llevaba a un gesto completo, tal vez una boca doblada o unos ojos cerrados que nos conducían hacia una sonrisa amplia y luminosa…

Otras veces, incluso, nos vemos extrañas cuando posamos, porque sabemos que no somos nosotras. Que pretendemos mostrarnos tal y cómo creemos que quieren vernos los demás y, tal vez, no coincida con cómo queremos vernos nosotras mismas.

Por eso, el gesto más bonito es el natural, el espontáneo, el que hacemos porque nos sale de dentro: la sonrisa del buenos días, la mala cara de cuando algo nos molesta, el rostro torcido por el dolor… Eso somos, no el instante de las fotos en las que posamos. Porque posar es, de alguna forma, mentir. Es querer mostrarnos de una forma determinada porque queremos que nos vean, o vernos, de tal o cual manera que, a veces, no coincide con el momento en el que realmente estamos.

¿Lo trasladamos a la vida? Es fácil: una enfermedad no es más que una foto de un instante en la que no nos gusta cómo salimos. No explica todo lo anterior ni lo que vendrá; es sólo la toma concreta de un momento determinado.

Tal vez deberíamos ver nuestra vida más como una obra de arte, un cuadro: lo que nos interesa es el resultado final. No importan los tachones, los momentos en los que manchamos el lienzo o hay que borrar una figura o eliminar cualquier elemento. Lo importante es que, al final, cuando podamos contemplarlo todo, en conjunto, alejándonos de la pared donde lo colguemos, nuestro cuadro sea lo más hermoso que hayamos sido capaces de conseguir. Eso, os lo seguro, nos hará olvidar los momentos de zozobra en los que no sabemos qué estamos pintando o en los que queremos tirar los pinceles por la ventana.

A eso debemos aspirar: a hacer de nuestra vida, al final, una obra de arte.

0
TU CARRITO
  • El carrito está vacío