Celia Cruz cantaba eso de «…no hay que llorar, que la vida es un carnaval, y las penas se van cantando…» Pero os propongo escuchar la letra completa de la canción, porque Celia nos hace toda una declaración de intenciones y un dibujo de lo que es realmente esto de la vida. (Y así, de paso, movéis un poco el esqueleto, si os apetece).
Ahora que hemos dejado atrás los carnavales con sus risas, sus fiestas, sus colores, sus disfraces, sus charangas… tal vez es hora de recordar que no siempre es todo color de rosa, o risas y fiesta. Lo sabemos de sobra, pero a veces lo olvidamos. Por eso probablemente nos hundimos más fácilmente cuando la ola nos pilla desprevenidas, porque pensamos que nunca va a tumbarnos a nosotras…, hasta que lo hace.
La actitud que deberíamos tomar es la de los surfistas: ellos siempre están esperando la ola, vigilantes, atentos… y cuando llega, la montan. Buscan el equilibrio sobre su tabla y cabalgan sobre el agua enfurecida del mar, domesticándola, aprovechando su fuerza para navegar, para avanzar, para hacer piruetas…. ¿Es complicado? Por supuesto. No oiréis contar a ningún surfista que se precie que no se ha roto nunca un hueso o tenido accidentes gravísimos tratando de surfear olas. Pero no se rinden. Lo intentan una y otra vez hasta que consiguen dominar la fuerza del mar para su propio disfrute.
Nosotras estamos dentro de una ola que nos va a derribar muchas veces, nos va a lanzar contra la arena de la playa de forma inmisericorde algunas otras…, pero si no desfallecemos, al final, terminaremos sobre nuestra tabla de surf, domesticando las olas, disfrutando de ellas.
Tal vez la vida no sea un carnaval y eso de ir enmascaradas queda bien para el Carnaval de Venecia, en un momento muy determinado del año. El resto del tiempo, seamos buenas surfistas. Pensemos en que tarde o temprano aprenderemos a dominar nuestras olas, a navegar sobre ellas…, y las que nos tumben, nos enseñarán cuándo, dónde y cómo debemos ponernos de pie en la siguiente.
¡¡¡A surfear!!!
