SOMOS VALIENTES

Seguir adelante

Todos hemos hecho alguna vez un largo viaje atravesando carreteras,  vías de tren, mares abiertos o cielos infinitos. Siempre con la incertidumbre de si llegaremos en hora, si hará buen tiempo, si no se estropeará el coche, pinchará el tren, dejarán de remar los remeros o el avión tendrá que hacer una parada en alguna nube para que le recalibren las alas y no se desvíe de su destino (¡ah! ¿que no sabíais que les hacen eso a los aviones en algunas nubes? Claro, por esa a veces atraviesan bancos de nubes un poco más espesas de lo normal: para que les recoloquen correctamente en su dirección. Ahí hay unos ángeles, contratados por las líneas aéreas, que se encargan de echarle el aliento en la punta a las aeronaves, y otros que les colocan los flaps en su justo lugar para que acierten exactamente en la pista de aterrizaje que les asignan. No sé cómo podíais vivir hasta ahora sin saber esto. En fin, para eso estoy yo aquí…)

El caso es que en todos nuestros viajes nos encargamos de preparar hasta el más mínimo detalle para que nada quede al azar, pero… ahí está la vida, que se encarga de darle un poco de salsa a esos preparativos. Tendríamos que aprender de los GPS, esos cacharros con los que alguna vez hemos discutido todos. Si un GPS ve que nos hemos equivocado de camino, nunca nos lo echa en cara; simplemente suelta un «recalculando», y vuelve a indicarnos como si no hubiera pasado nada. ¿Os imagináis si el GPS se enfadara con nosotros por no seguir sus indicaciones?

– Qué, que otra vez vas a tirar por donde te dé la gana, ¿no? Yo no sé por qué me empeño en buscar el mejor recorrido si luego ni me escuchas. La próxima vez me apago, me voy de juerga con el TomTom, y tú te las arreglas como puedas. Miras los mapas de carreteras antes de salir, como hacían tus padres… ¡¡Es que estoy más harto…!!

¿Qué quiero decir? Que si nos equivocamos, rectificamos, recalculamos y seguimos adelante. Que si, de repente, el coche se nos queda parado en mitad de una carretera infinita, llamamos al seguro y seguimos el camino: buscamos soluciones, no nos quedamos allí en medio de la nada, esperando que un remolino de viento nos lleve de vuelta a Kansas como a Dorothy, sobre todo porque no creo que muchas de vosotras tengáis zapatos de rubí ni caminos de lozas amarillas cerca de casa (y si alguna tiene esas dos cosas, por favor, que me lo diga. Me encantará conocerla).

La vida es exactamente igual: un trayecto hacia un destino, y por el camino siempre vamos a encontrarnos con inconvenientes, dificultades, enfermedades, sucesos desagradables… Pero se trata de buscar soluciones, salidas, nuevos recorridos y seguir adelante. No tenemos que olvidarnos de disfrutar de los paisajes cuando los atravesemos, porque son esos paisajes los que nos van a hacer avanzar cuando lleguen los momentos complicados; porque los paisajes no se terminan nunca. Nos alucinaría saber la cantidad de colores que existen en la paleta de pinturas de nuestra vida y del número de paisajes que podemos atravesar si no nos detenemos en el arcén ante cualquier dificultad.

Que nada ni nadie os detenga, y ayudemos a avanzar a quienes veamos que necesiten un empujoncito, unas palabras de ánimo, un, simplemente, estar a su lado… Si nos ayudamos unos a otros veremos cómo el camino siempre es mucho más llevadero.

Y, por cierto, cuando voléis y atraveséis bancos de nubes espesos, poned atención: lo mismo algún ángel despistado puede dejarse ver. Si lo conseguís, guiñadle el ojo, sonreídle y dadle las gracias. Los haréis infinitamente felices. Y, por supuesto, contádmelo, por favor.

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