SOMOS VALIENTES

Tarde roja

Llegó la hora de merendar y ya no hay casi fresas.  Lo que sobre todo estoy comiendo en estos meses es fruta; y eso que yo no era muy de fruta, más bien he sido siempre verdura. A veces, muy de vez en cuando, me comía una manzana, pero poco más. Pero el pasado domingo, cuando me fui de excursión, pude probar las fresas silvestres que había en el monte y que Pilar no paraba de coger para que las degustásemos. Eran pequeñísimas, pero tenían un sabor increíble.

Las plantas, cuando crecen de forma natural, buscan el lugar más idóneo para el desarrollo de aquellos principios nutritivos y de aquellas propiedades medicinales que se supone deben tener. Las fresas cultivadas, incluso de forma biológica, son más grandes que las silvestres. debido a que la fresa, por naturaleza, busca hierro y necesita ampliar su radio de acción para buscarlo. Las silvestres, en cambio, se desarrollan en tierra que ya posee este metal.

Por eso las fresas compradas contienen mucha agua pero poco valor terapéutico; sin embargo las silvestres sí que son más ricas en hierro, constituyen un valioso aporte nutritivo para la sangre y, consecuentemente, para la energía. Pero como no todos los días podemos disfrutar del paisaje del domingo y poder cogerlas, nos apañamos con las de toda la vida. Yo las he acompañado con gelatina de fresa que me hace mi cuñada, libre de azúcar, que están buenísimas.

Que paséis buena tarde.

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