Hoy he estado de visita médica, otra vez, y han coincidido con lo mismo que me dijeron el otro día en Pamplona. La medicina no es una ciencia exacta, pero cuando los médicos son buenos, coinciden en sus diagnósticos.
Me han cambiado la medicación y alguna cosa más que tengo que hacer: de momento no se puede ni operar ni pinchar mi ojo porque no saben cómo va a responder mi cuerpo ya que tengo que seguir subiendo defensas. La verdad es que yo estoy poniendo todo de mi parte en cuanto a alimentación ( para las que me seguís lo podéis comprobar en mis entradas), y en todo lo que está en mi mano.
Me han dicho también que esté muy tranquila y tenga cero estrés, aunque esto sea más complicado con todo lo que estoy viviendo a mi alrededor, y más con la noticia que he tenido hoy… Pero la vida continúa.
Como dije ayer, hay que intentar que cada día sea el mejor día, así que esta tarde me voy a ir a un sitio donde, simplemente, el paisaje y el ambiente te nutren de esas imágenes que necesitamos para darle rienda suelta a nuestra imaginación y hacer de ella un lugar mágico, artístico.
El arte es un acto de creación y el mejor modo de practicarlo es creando. Es ese trabajo en el que los artistas beben de su propio manantial; pero ese manantial hay que alimentarlo, y dónde mejor que en la naturaleza, donde la Creación se convierte en Arte y en Vida.
Ya os comenté en alguna entrada anterior que he vuelto a tocar la guitarra, (bueno, estoy en ello). La música es el arte más directo: entra por el oído y va al corazón. Dejemos que el arte inunde nuestras vidas. No hace falta ir a museos o viajar a lejanas civilizaciones: una puesta de sol desde nuestra ventana tiene todos los colores y todas las sensaciones del mundo; un amanecer junto a alguien a quien queramos posee todos los matices y las emociones del universo; una tarde junto a un riachuelo que corre contiene todos los sonidos de la naturaleza… Disfrutemos de esas pequeñas cosas que, si las dejamos, nos llevarán hasta lo infinito.
