SOMOS VALIENTES

Visita de mi amigo Juanma, I: Javier

Ya os conté que este martes, de improviso, vino a visitarme mi amigo Juanma desde Sevilla. (Sí, aún quiero matarlo por presentarse sin avisar y sin darme tiempo a preparar nada pero, de momento, le he perdonado por el viaje tan largo).

Como también ha estado sólo un par de días y yo, además, he tenido una semanita movida de visitas médicas, no he podido presumir mucho delante de él de mi pueblo y sus alrededores, pero para su última noche decidí llevarlo a cenar a algún sitio chulo y acabamos en La Guardia. Estuvimos paseando por sus calles, que parecen sacadas de una historia de caballeros y damas, de reyes y guerreros, de paladines y princesas…, y antes de cenar lo llevé a que catase algún vino de la zona.

Ya sabéis que he estado unos días un poco baja de ánimos por las últimas noticias sobre mi cáncer, los pasos siguientes, mi ojo que no termina de curarse, las sesiones de radio, las marcas… Y de eso hablábamos Juanma y yo: de las marcas, del tratamiento, de la radioterapia, de mis siguientes visitas a distintos médicos, de mi ánimo… Apenas nos dábamos cuenta de si había alguien más aparte de nosotros en el bar donde nos habíamos sentado, tan enfrascados estábamos en la conversación.

Pero, de repente, sin saber cómo, alguien que estaba de pie en la barra, mirándonos, nos pidió perdón por meterse en nuestra conversación y empezó a hablarnos… Era un hombre adulto, de unos sesenta años diría yo, con aspecto saludable, no muy alto, de espaldas anchas, de mirada luminosa y una media sonrisa siempre en su rostro mientras nos decía:

«Perdonad que me meta, pero es que os estoy escuchando y quería deciros algo. Aquí donde me veis, tengo el cuerpo lleno de chapas. Yo trabajaba en el cemento y me caí desde una altura de quince metros. Me rompí la cadera, brazos, piernas, espalda… Tengo cicatrices por todas partes. Esta pierna – y se golpeaba con su mano la pierna derecha – la muevo con la mente: le digo que se mueva y ella se mueve…» (Nos explicó que con la caída y las operaciones a las que tuvieron que someterle, le dejaron de funcionar los músculos que normalmente usamos para caminar así que aprendió, a base de mucho trabajo y fuerza de voluntad, a usar otros músculos de esa pierna para poder andar).

«Me dijeron – siguió contándonos- que no volvería a caminar y aquí me tenéis, que ando todos los días, intento mantenerme en forma, y de vez en cuando vengo paseando hasta este sitio para saludar a mi amigo y tomarme una cerveza… Lo importante está aquí – y se señalaba la cabeza con sus manos -. Hay que mirar adelante, porque siempre hay una luz. ¿Y las cicatrices? Eso no importa. Nada. No importa nada – y lo recalcaba con una seguridad infinita en sus palabras-. Si la gente no te acepta con ellas es que no te quiere. Claro que hay dolor, claro que hay sufrimiento, pero hay que mirar siempre adelante. No hay más. Todo está aquí – nos lo repetía, llevándose sus manos continuamente a la cabeza – ¡¡Y pa´lante!! No hay más. Así que ánimo. Siempre hay una luz al final. Hay que amueblarse bien la cabeza y querer avanzar. No hay más.»

Nos dijo que se llamaba Javier. Me impactó tanto su historia, la naturalidad con la que contaba todo lo que ha tenido que sufrir, y la fuerza y convicción con las que nos decía que hay que seguir adelante, que tuve el impulso de levantarme, acercarme a él y regalarle mi pulsera de «Valiente». Sentía que nadie como él para llevarla. Sobre todo porque, habiendo estado en lo más hondo de un pozo, había sido capaz de salir de él y allí estaba, erguido frente a nosotros, dándome ánimos a mí, y ayudando a otras personas de las que también nos contó algo. Quisimos hacernos una foto con él, pero no pudo ser. Cuando acabó de contarnos todo, pagó su cerveza, se despidió de su amigo, nos miró y dijo un último «¡¡Ánimo y a seguir adelante!!» antes de salir caminando con el aplomo y la elegancia de alguien que ha vencido batallas inmensas en su vida y que se siente dueño de sí mismo.

Javier. Siempre me acordaré de él. Una lección andante de lo que es superación, fortaleza y valentía.

Así es la vida: siempre está dispuesta a sorprendernos y jamás sabemos dónde va a colocar a esa persona o ese acontecimiento que nos va a hacer entender algo que necesitemos en ese momento. Por eso hay que estar atentos… y mirar, como decía Javier, «siempre adelante». El caballero Javier.

0
TU CARRITO
  • El carrito está vacío